miércoles, 20 de junio de 2012

Esta paranoia



Esta paranoia feroz que se relame de sólo verme. Esta paranoia dionisíaca y precoz que se ilusiona cuando me despido, cuando me voy, cuando pierdo algo. Alguien, es decir. Es decir que se le cae la baba de sólo pensarme en soledad  y me imagina sentado en un  bar tomando un licuado de frutas solo, o yendo al cine a ver cualquier cosa solo, caminando por las peatonales solo, en mi habitación solo, en mi cuaderno solo, en mi cabeza solo. Porque esta paranoia es así; hambrienta de mí. Deseosa de mi voluntad. Esta voluntad que parece prestada, alquilada, encontrada, en fin, que no es mía. Esta voluntad presa perfecta para esta paranoia que me asfixia, me consume y me hago líquido, me diluyo entre las cosas, ente los autos y remises y remisiones. Me remito a mí mismo. Me contemplo y veo esta paranoia como imagen verdadera, segura, cierta, e inalterable. Y me hago moto, me hago ruedas, me hago aniquilación. Pero esta paranoia persiste en su relamida y sigue imaginándome en cada avatar mío y sigue construyendo mi existir. 


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