Se aniquila
la metáfora. Parece presentificarse lo que se nombra. Se alucina, se re-vive
“aquello”. Beber el cáliz alucinógeno de las malas palabras: usarlas, decirlas,
hacer texto de ellas.
Pija,
paja, taja, tajo, gajo, gato, gata, rata, rota, puta, puto, tuto, uto, oto, otro,
orto, huerto, huerta, uretra, ura, pura, purga, parga, larga, verga, chorga,
gorda, orda, poronga, toronja, naranja, sanja, panja, pangea, pajea, tajea,
cajea, cajeta, jeta, jota, cota, colta, colcha, concha, conchuda, conchiliada,
culiada, culiado, culiadora, chupadora, garchadora, pinchada, inchada, incada,
incado, incago, cago, cagón, cagador; pito, teta, culo, pingo. Poroto urticante
de la marica triste.
“…Y es que la
leyenda del rey tebano entraña algo que hiere en todo hombre una íntima esencia
natural. Si el destino de Edipo nos conmueve es porque habría podido ser el
nuestro y porque el oráculo ha suspendido igual maldición sobre nuestras
cabezas antes que naciéramos…”
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