Más cuando
ellas aparecen impunemente en escena, la barrera que regula se ve burlada. La
angustia toma posesión de los sujetos.
Algo oculto había, algo prohibido, algo siniestro. ¿Incesto y parricidio?
Soñó
que caminaba por la
Veinticinco de Mayo (no fui yo). Soñó con un culo enorme,
hermoso, esponjoso, redondo, sabor a caramelo. Soñó que lo perseguía, lo
alcanzaba, lo tomaba. Era el de su hermana (no fui yo). Era su madre haciendo
las compras para el almuerzo. Era su hermana cogiendo con su novia. Era su
madre con su hermana. Era su padre que le pegaba (no fui yo). Era su padre que
le pegaba con una tabla en el culo. En su culo redondo, esponjoso, hermoso,
sabor a caramelo que se derretía en la lengua de la madre, del padre, de su
hermana, de su tía, el abuelo (no el mío). Su lengua enojada que mordía. Le
mordían. Le mordían el culo y sangraba. Sangraba el culo del padre masticado
por la lengua enojada de la hermana (su hermana). Su madre muerta. Su padre
muerto y cogido. Su hermana y su novia. Su aliento. (Todo fue un sueño).
“… En
términos generales… sucede como si desde edad muy temprana surgiese una
preferencia sexual; esto es, como si el niño viviese en el padre y la niña en
la madre, rivales de su amor, cuya desaparición no pudiese serles sino
ventajosa…”
“…Una niña de
ocho años… aprovechó una ocasión en que su madre se ausentó de la mesa para
proclamarse su sucesora, diciendo a su padre: Ahora soy yo la mamá. ¿No quieres
más verdura, Carlos? Anda, toma un poco más…”
“…Conozco el
caso de una niña de menos de tres años
que intentó ahogar en su cuna a un hermanito recién nacido, de cuya existencia
no esperaba, por lo visto, nada bueno…”
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